Porque fueron necesarios los apellidos?

Los apellidos nacieron  debido a la necesidad de distinguir a las personas unas de otras y de encuestar a la población. Y obviamente los apellidos italianos no son la excepción.

En la edad antigua

Ya existía un primer registro de nombres en la época romana: los ciudadanos estaban marcados con un praenomen (ese es el nombre personal, por ejemplo Caio), y con la indicación de los gens (que es de la familia de origen,”Giulia” por ejemplo).

Cuando estos dos nombres ya no eran suficientes para distinguir a las personas, porque los homónimos (es decir, personas con el mismo praenomen y los mismos gens) se habían vuelto demasiados, se agregó un cognomen, que es un apodo.

Por ejemplo “César” que significa “el que tiene ojos claros”.

En la edad moderna

¿Pero por qué, entonces, los apellidos romanos no nos llegaron? Simple: porque después de la caída del imperio los registros oficiales creados por los gobiernos de los emperadores romanos fueron destruidos o perdidos. Y durante muchos años, después de la barbarización y el cambio de la sociedad, ya no se sintió la necesidad de apellidos ni, obviamente, de registros.

Posteriormente, en Europa, precisamente entre los siglos X y XI, el número de habitantes aumentó y, para distinguir a las personas y facilitar y asegurar los documentos públicos, por ejemplo, las ventas, se hizo cada vez más común utilizar un apellido.

Tal apellido podría, por ejemplo, derivarse de una determinada característica física o de un apodo (Rossi para personas de cabello rojo, por ejemplo), o del área de origen (como Leonardo: de la ciudad de Vinci, en Toscana), del trabajo realizado (Tintori, Bovari …) o de patronimia (es decir, el nombre del padre: por ejemplo, Iohannes filius Arnaldi se convertirá en Giovanni Arnaldi).

El uso del apellido se hizo obligatorio en Italia en 1564, cuando el Concilio de Trento estableció que los párrocos deberían mantener un registro con el nombre y el apellido de todos los niños bautizados.